miércoles, 31 de julio de 2013

El juego # Laura Torres

Siempre me gustó de los hombres una cosa, que se mantienen  atrapados en alguna lógica de juego. No quiero decir la timba o la rula. Pienso, básicamente, en el fútbol. Esa alquimia monstruosa de entrenamiento, transpiración, tropelía y azar.

Está  el tipo que con disciplina entrena y juega algún torneo. También el que se engancha sólo los fines de semana en un papi futbol o  el chabón que juega una vez al año, en una quinta y con tres chorizos atravesados en el duodeno. No importa el cómo, en todos está pujando la química del juego. Que los remite a algún espacio primario. 

Ese cosquilleo sentí desde que arrancó LC. La queríamos meter, embocar, no le podíamos fallar al equipo y es más, queríamos y queremos ganar. 

Los borders somos cinco chicas y dos pibes. Dos grandotes nos tocaron.  Pero las minas no nos quedamos atrás. Tecleamos como locas, arengamos, pegamos patadas. Tranzamos con nuestros compañeros de vida para que por unos días se hicieran cargo de la comida, de los pibes, de la casa. 

Nos acomodamos las tetas y salimos a la cancha. Pelamos historias sexies y guarras. Desarrollamos cuádriceps y aumentamos el grosor de los gemelos. No nos importó nada, alguna noche para aflojar el dolor nos pasamos aceites exóticos que olían a lavanda. Y al día siguiente, de vuelta a la cancha. 

Supimos ser futboleras natas. 

En un torneo mundial, no hubiéramos sido Finlandia. Nos mandamos un promedio de 60 mails por día. Una noche llegué a contar 115, no me pude dormir hasta las 5 de la mañana. Así durante veinte días. 

Nos alentamos, nos puteamos y nos abrazamos. Lloramos. Yo lloré, por alguna rodilla quebrada. Hubo promesas, pactos, revanchas. 

En google doc y en los encuentros con João Havelange Llach festejamos las metáforas, repudiamos los lugares comunes y nos implusamos mutuamente a hacer versos bien groseros, llenos de malas palabras, para repartir entre la hinchada. 

Día a día repasamos entre todos las jugadas: qué textos nos convenía retomar, situaciones de la infancia a explotar, autores que había que repasar. Siempre supimos que el sexo, el humor y la propia historia, garpan. 

Cada uno fue sumando simpatizantes. En mi caso la familia, los viejos, algunos amigos a los que les conté de esta locura desatada. También para explicarles por qué andaba medio borrada.  

Dijimos sí al jogo bonito y también a la derrapada, al tecleo impulsivo que va en busca de una ritmo, que se marea con los tambores de la hinchada.  

Y escribimos. Pulsamos la magia. Crecimos en centímetros de papel, en comprensión, en miradas cercanas. 

Formamos parte de una tierra que se reescribía mientras jugaba. 

A todos, desde el alma, GRACIAS. 

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