lunes, 29 de julio de 2013

El dojo está en tu cabeza (Ezequiel Baum)

El Dojo está en tu cabeza.

El Sensei sos vos mismo.

Cada ejercicio es tan decisivo como lo que imaginamos que es el acto para el que nos preparamos.

¿Para qué escribimos?¿Para qué dedicamos una cantidad nada despreciable de nuestro tiempo despiertos a esta actividad?

Escribimos para mejorar nuestro dominio sobre un grupo limitado de símbolos que forman sonidos en nuestras cabezas y las de la comunidad a la que pertenecemos. Sonidos que transfieren conceptos. Escribimos para traficar información con belleza, con estilo, con gracia. Aprendemos a combinar la huella gráfica de esos sonidos, las palabras, de forma tal que conmuevan al mayor número posible de los miembros de nuestra comunidad. Que generen algo en el otro mientras nos liberamos. Expresamos ideas, pero también sentimientos. Tratamos de convencer, pero expulsamos demonios, los soltamos para que la comunidad nos expíe, nos cuente los suyos, nos calme y nos haga sentir menos únicos contrastando esas ideas, compartiendo otras miserias.

Agrupamos las palabras y construimos relatos, inventamos mundos o retratamos nuestros infiernos. Soltamos en simultáneo el producto de nuestra habilidad y la depositamos en el archivo caótico de la especie, sin necesidad de representar un avance o un progreso.

Ya no hay que escribir para alcanzar ningún objetivo.

Pasaron tres semanas de trabajar continuamente escribiendo para exponer todo en un Dojo virtual, un Googledoc inerte, como si estuviéramos espadeando con bokken (1) contra otros Samurais. El Sensei se comunica con nosotros, nos pone al tanto de los resultados de nuestro esfuerzo, no nos corrige, no estamos en el Templo ni nos habla su voz real, nos llegan símbolos desde el más allá, viajando a la velocidad de la luz, formando las palabras con su mensaje: vamos bien, hoy todos escribieron.

El Sensei nos pide que nos comportemos como un Ronin (2), que no frenemos frente a ningún tipo de vergüenza ni miedo a contar y quedar expuestos. Los más valientes lo logran y consiguen textos hermosos, coreografías impecables con estocadas letales. Otros prefieren experimentar como Ninjas, trabajar en las sombras, lanzar shurikens (3) desde un lugar seguro y dar en el blanco.

No importa.

Todos, al terminar este experimento, somos mejores guerreros.

Templamos el espíritu de grupo y al mismo tiempo el compromiso individual, redoblando los esfuerzos para no ser el eslabón débil, la fisura que arrastre al resto a la imperfección.

Despertamos la fuerza que dormía latente el sueño de los perezosos, compitiendo por ser el grupo de élite, pero también por ser el más poderoso de los guerreros.

Y lo más importante, lo trascendental, es que logramos demostrar que podemos construir un hábito, sostenerlo alto en nuestras prioridades, comprendimos que podemos alcanzar eso que nos proponemos con disciplina y amor por lo que hacemos: escribir.



(1) El bokken es una espada de madera que se usa en las prácticas de esgrima oriental en lugar de las katanas que, por ser metálicas y filosas, tienen efectos irreversibles.

(2) El Ronin era un Samurai que dejaba de rendir lealtad. Desafiliado del sistema feudal, se liberaba del código de honor y funcionaba como mercenario.

(3) El shuriken es el nombre correcto de la estrella ninja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario