sábado, 3 de agosto de 2013

Sin egos (Sebas García Uldry)

                                                                        “Cuando se te ocurre algo que te parece genial y pensás que lo tenés que escribir, escribilo, pero eso no es literatura, es tu ego”.
caracteres ardientes

                                                                            

A Mixlti, Maga, Otto, Lola, Tacho, Tullio y Maraní.

Esto se los digo a ustedes, personas de confianza. Siempre me gustó estar entre locos. Chicos mudos, babosos, que no te miran a los ojos. Eso es lo que hago en Haedo. Allá lejos, como un secreto guardado en la copa de un árbol, protegido de mi familia, de ustedes, de mis amigos. Por la autopista 25 de mayo encuentro una salida exogámica.

Ahora estoy enganchado con Valentín. Tiene cinco años y le decimos el mini Duhalde. Es parecidísimo. El mismo corte, el mismo perfil, la misma cabeza. Llega al consultorio, se acurruca en una esquina y se abraza las rodillas. Le levanto un brazo, lo miro y le ofrezco un juguete. Pero a él le gusta comerse las pelusas y las telas de araña. Después, como si nada, se levanta y empieza a correr. Se desparrama en el piso, se ríe y se baja los pantalones. Se sacude el micro pene y te escupe. Me encanta / I love it. 

Valentín no piensa. No pudo armar esa caja de zapatos. Y no va al colegio. Y nunca va a trabajar. Y no siente ninguna de las variantes del amor. Y quizás me lleve dos años enseñarle a que se suba el cierre del pantalón. Valentín no se tiene lástima. Eso es nuestro. Y sepámoslo de una vez: el dolor se interioriza. Valentín puede poner una mano en la hornalla y se da cuenta cuando huele a carne quemada. 

Y todo eso no importa. Lo único que importa es que Valentín sufre. Es un sufrimiento psíquico, especial, pero desgarrador. Cuando la mamá le pega porque no cagó adentro del inodoro, se golpea la cabeza contra la puerta. Se tira piñas en la boca hasta descubrir que hay algo rojo que le sale de adentro. Si Valentín se mira a un espejo no ve un mini Duhalde, ve un cuerpo fragmentado, imposible de soportar. 

Valentín no ve imágenes armadas porque no tiene narcisismo. Tampoco hay una distancia entre él y la madre. Él es la teta, la leche y su boca apretando el pezón. Atiendo a Valentín porque no quiero que sufra. Pero sobre todo porque me gusta estar entre locos. Y que Valentín tenga un ego sería la gloria.

Si algo me gusta de nuestro grupo es que no es condescendiente. No estamos todo el tiempo diciendo que somos unos genios, unos grosos y que nuestros textos son siempre re lindos. Así que déjense de joder y suban los diez mil, los cuatro mil y ganemos este campeonato.

Basta de mamá no me quiere.


A triunfar!

viernes, 2 de agosto de 2013

La bola somo boleta (Isa Peña)

Terminó la maratón de los 3000 y algunos seguimos de largo corriendo cansados, sin poder parar. No miramos la cinta que cortamos y ya dirá el jurado cuáles fueron nuestras marcas. Y volvimos a la calle. Nos da paja salir. Un graffiti en Juan B Justo reza: Cristina, violencia es mentir. 

No sabemos a quién vamos a votar, pero escribiendo y leyendo sabemos perfectamente ver sueños inimaginables, blancos, de colores, demasiado costosos. Queremos vivir, pero muriendo por nuestros sueños escribimos mejor.

Una china vendedora de quesos de mármol en el Miami de Palermo amó a un hombre en idiomas nuevos, ella mujer, mojada, limpia. Él galante, creativo, urgente cumplió sus sueños. Lo hicieron parados, sobre un puente hecho de teclados azules. El amor. 

Nos sumergimos en Le Championnat, lago de sensibilidades, magma del centro de la tierra encendido de palabras de neón. Nos transformó, como sintió Clara la noche de Pachamama después de que se cortara la luz en el boliche vegetariano: “El subte pasa por acá? Porque siento que me vibra el culo.” Desde ahí miramos al cielo. Y desde el paraíso escuchamos conciertos. Al Colón.

El campeonato de escritura pulió cayos de las plantas de mis pies, lo precioso de mis manos se hizo de piedra y vértigo sobre el teclado. Las pesadillas se burlaron de mi corazón, un macabro spot que me mentía pregonó la dignidad. Supermercado Vital, y muerte. Y soñé. 

Y fuimos frenéticos. Y leímos encantadas, calientes, que ellos saben cómo hacer. Que sabrían guiarnos, cuidarnos en vez de volvernos locas. Supimos estar menos confundidos. Y ellos se nutrieron de nosotras para ubicarse. Nos pusimos límites y aprendimos a negociar, ellas y ellos. Y fuimos fieles. Nosotros soñamos.

Esta experiencia me sirvió para hacerme cargo de mis pasiones. Pude decir. Abracé a la gracia. Caí por los caños. Yendo hacia abajo, el cuerpo imantado a la computadora. En el fondo, nos salpicamos en la cloaca. Y salimos a los bares, al otro, al día extrovertido. Comimos tostadas francesas, Marina sacó su perfume (también francés) de la cartera y supimos atravesar las rachas hediondas aparte de las emanaciones de lavandina. Escribimos poemas, los pusimos en su lugar.

También descansamos en la paz de las corrientes saladas. Nos mudamos. Y las algas enroscaron nuestros ombligos atándolos a corales como si fuesen cordones dorados, fugaces.

Y se fueron amigos, nos abandonaron. Fuimos amputados, sopapeados por la vida. Pensamos con el corazón. Lloramos otra vez. Latimos con los cerebros, a ritmos contagiosos, fuimos víctimas y victimarios a la vez. Nadamos estando casi rotos.

Llegamos a confiar hasta la locura, sumamos caracteres. Y dijimos: LAS BOLAS SOMOS BOLETA

Como es Dios? Acá en el valle de lágrimas nos toca la dualidad pero rasqueteando el fondo sale masa nueva, voluptuosa envolviendo humor, alegría y plenitud de gozar de la creación. Como el miki moco, barril sin fondo de magia. Qué es escribir? Te hablé y no le hablé a nadie, quise ver tu respuesta, te sometí a mi falta de límites, y vos lo mismo. Empujé hasta poder ver, dolía mucho, no soporté la verdad, entonces inventé. O apareció la poesía. Jumbo te desea un feliz día del niño.

Un gol, una sonrisa a tiempo, una reflexión de Passarella, con el humor de Wilson. 

Somos protagonistas cuando abrazamos lo imperfecto. Fuimos ganando y desertamos, nos peleamos, nos confundimos, no nos vimos, nos amamos. Cómo es que Dios escribe con nosotros por momentos? Que somos con Él, cómo será su sentido del humor? Cómo es Jesús? Quien mando la caña con ruda macho para que haga fondo blanco a las 11 de la mañana antes de hacer pilates, el día de la Pacha Mama? Cómo es posible seguir, reír, hacer equilibrio, cambiar tanto de un día para el otro?

Y nos fuimos al carajo con el juego, relegando vida. Yo no pude parar de asociar cosas, concatenando palabras en loop. Escribir, escribir, en el colectivo, en el teléfono, en la cara del otro. Salí al barrio. Seguí observando, escuchando cómo las cosas pasan por mi vida, mediándolas sola, en grupo, en Googledoc, en vez de por el Facebook (mucho mejor, eh).

Nuestras raíces se formaron en las ramas, y volvimos más fuertes, más, y menos solos. Se apagó la batería y seguimos escribiendo, con lo que quedaba de nosotros. “Trabajar cansa”. Nos olvidamos de rezar, pero en vez estuvimos avanzando, lloramos, hicimos odas en colaboración, en trasnoches de alegría, donde se esconde lo Divino. Moramos las computadoras, los cuadernos absortos, los colectivos en ascuas. Seguimos escribiendo. 

Se desdibujaron apellidos, marcamos crucesitas, nos tachamos, invocamos al Espíritu Santo, miramos boquiabiertos a Francisco, comimos mandarinas fuera de estación y probamos ananas sin sabor ni a Sugus. Nos mentimos a nosotros mismos, nos engañaron. 

Entre paréntesis. La ilusión nos espeja.

Quisimos registrar la tala, caer junto a ese árbol a la tierra. Escucharlo gritar, verlo caminar. Nos hundimos en el cuarto oscuro, riendo, desolados, paranoicos. Desconfiamos y nos entregamos, quisimos decir todo, era un tren fantasma, aceptamos Italpark.

Y entre tanto, la escritura, del miedo al amor, de la envidia a los celos, la devoción infundada, la ambición de hacer más, mejor. Edición generosa de conejitas punky de pascua que saltando nos guían hacia el cambio. ¡Teléfono! ¡Timbre! La paz. Eso y la verdad, y lo otro. Y guardamos de más, en Word.

Nos pintamos las uñas sin manchar los teclados, bailamos. Me perdí de vista, encontrando cosas nuevas y me hice cargo. Dejamos atrás lo que no sirve. Amenazaron con violarnos, y retrucamos canciones de amor, incoherentes, efusivos, errados, en pedo, vomitando, briosos: juego, juego, juego , lastimo. ¡Para adelante! Aprendimos a ganar.

No importa si el cura nos miente, es literatura. Les aviso, esto es ficción, esto es documental, somos escritores y mandamos a los supuestos a cagar. Qué paja la política, pero no Paso. Encontré mi costado masculino, mi otra mitad real. Fui adicta al delirio, a los links.

Nunca escribí tanto, ni tan bien (polémico). Fui feliz sin acento. Te vi. Nos vimos. Chateamos en el sauna mixto y cochino: el google doc, casi ao vivo. Desnudos, noctámbulos, solos, místicos. Supimos dejar de hacer. Fuimos profetas mudos todos y pudimos mucho.

Gracias por tanto, A TODOS, (chiste border).

Cada día (Mauricio Ocampo)

CADA DIA

A lo largo de estos cuarenta y pico de años fui adquiriendo, aceptando y construyendo una serie de hábitos y costumbres. Los de cada día. No sé si he podido o querido, si puedo o quiero o si podré o querré sostenerlos a todos cada día pero lo cierto es que pasaron a ser parte de mi paisaje. Ese que me configuró, configura y configurará. Y entonces incorporé

cada día el beso de las buenas noches a papá y a mamá;
cada día el cepillado de dientes completo;
cada día el intento de comprar palitos salados en el kiosco del colegio;
cada día las peleas con mis hermanos por ordenar el cuarto;
cada día un Nesquik y Tom y Jerry en la tele;
cada día un rato de calle en el barrio con amigos y vecinos;
cada día los deberes del cole;
cada día un episodio del Hombre Nuclear, la Mujer Biónica o los Ángeles de Charlie;
cada día un pelota pared en el recreo del colegio;
cada día las charlas nocturnas entre hermanos antes de dormirse;
cada día una paja a partir de la primera vez que descubrí mi cuerpo;
cada día un beso a partir de la primera mujer que toqué;
cada día un miedo, que cada vez fueron mayores;
cada día una vergüenza, que cada vez intenté eliminar aunque no pude;
cada día un cigarrillo hasta que lo dejé;
cada día un chiste, sea mío, de otros o sobre mí;
cada día un padrenuestro sin saber que iba a crecer esa necesidad que hoy no existe;
cada día un episodio de alguna serie, en especial V, invasión extraterrestre;
cada día un rato de fútbol o si fuera posible tenis, ya sea con amigos o con papá;
cada día el malhumor, el de no poder explicar que mierda te pasa adentro;
cada día el gustito a grande y que se acabe el secundario;
cada día el sinsabor de haber elegido una carrera que no te va;
cada día el darte cuenta que tus amigos de siempre ya no lo son y hay nuevos;
cada día una misa, un rosario, cuando pensaste que la cosa iba por ese lugar;
cada día escuchar gente con problemas, dramas, emociones y poner a Dios ahí;
cada día repetirte que sos un buen tipo a pesar que no te bancaste el intento de ser cura;
cada día un garche, y si no se puede hoy, que sea mañana, que siempre haya;
cada día la fidelidad a la mujer que amas, que amaste, que volverás a amar;
cada día el desconcierto ante la duda si amas, amaste o amarás a esa misma mujer;
cada día la búsqueda del mango para llegar a fin de mes;
cada día la emoción de la primera vez que supiste que serías padre;
cada día la imposible descripción de lo que te generan tus dos hijas;
cada día, el miedo, otra vez, ante lo que les pueda pasar cuando ellas crezcan;
cada día, el trip en el bocho, con el que luchás, para no quedar enredado y complicado;
cada día, la política argentina, con las decepciones y las tristezas;
cada día la culpa de no ser todo lo feliz que imaginabas aunque tenés todo para serlo;
cada día los deseos, los ocultos y no tan ocultos, los confesables y no tanto;
cada día la familia, el modelo tipo, la estructura que no siempre funca;
cada día la risa cómplice de nosotros cuatro y festejar que estamos juntos y vivos;
cada día la ilusión, que con el Papa Francisco la Iglesia sea mejor;
cada día vivir un poco más ateo pero más acompañado por Jesús y algunos santos;
cada día tratar de ver por donde va la vida;
cada día escribir 3000 caracteres.

Eso fue Le Championnat. Abrir la puerta para ir a jugar, iniciar un viaje de una ciudad a otra, cruzar el puente desde lo amateur a lo profesional, aunque no escribas nada, aunque nunca publiques nada. Le Championnat fue cada día cruzar todo eso que viviste en cuarenta y tres años y reproducirlo con los impresionantes borders de la Zona Norte, tan profundamente míos como ajenos, todo eso que fui sumando a lo largo de cada día de estos cuarenta y tres. Porque todo lo que escribí, también todo lo viví. En los textos y en los e-mails, en los iutubs –santos iutubs-, en Doris, en la banda, en Isa, en Wilson, en Santiago, en Paquinha, en Marianne, en Vale, en Laura, en mí. En la prosperidad y en la enfermedad. En lo racional y en lo irracional. En todo. Porque ahora, escribir #3000 es algo de cada día. Como todo lo que conté. Estos son los de hoy. Puntualmente 4098 caracteres.

jueves, 1 de agosto de 2013

Vaya experiencia! (Marianne Alonso)

Vaya experiencia!

Hoy ya es jueves y si el campeonato siguiera tendría que tener escrito más de 120.000 caracteres. Todavía hoy jueves, una semana después,  no puedo entender cómo durante tres semana pude hacerlo. Hoy jueves estoy tan agobiada con las cosas cotidianas, el trabajo, las alumnas, la casa, los hijos, el marido, los amigos, los estudios, los médicos, mi madre como las tres semana que pasaron. Nada cambió y hoy jueves si lo pienso no podría escribir ni siquiera 1.000 caracteres. Sin embargo lo hice, y no sentí ni en el cuerpo ni en el alma el agobio, ni la semana, ni el laburo, ni el cansancio ni nada. Fue tanta la adrenalina, el sentimiento de grupo, la arenga de todos, los mails  que nacían sin ton ni son, los iutubs que llovían a borbotones, los Dt de la selección, las porreras que hacían temblar la cancha que sí lo hice, y así sin quejarme, divertida, y a puro teclado cuando llegaba la tardecita me ponía sin chistar. Salieron de la galera y del baúl de los tesoros historias íntimas, de enfermedad, de muerte, de amor, de artes y oficios, todo salió casi sin control.

La experiencia sirve para aflojar la mano y el coco. A veces hasta me sentí confundida por tratar de intelectualizar o no los relatos, por literalizarlos más o dejar que simplemente fluyan las palabras desde mi interior. El coach, Santiago, ante mis caracteres más sesudos me corrige una y otra vez mis oraciones nominales, y dejar que sean más cotidianas, que hablen como hablo yo misma, con sujeto, verbo y predicado. Uf! no saben cómo me sirvieron esas correcciones!

Admiro a todos y a cada uno de mis cumpas de taller, me gusta cómo escriben, lo que sacan, las historias de guerra, los chanos perdidos en su fé, Doris y su redactora por querer salvarla de su dolor, los poemas de Isa, Rosalía y su erotismo.

Quedé herida, y sí porqué no decirlo, con la cabeza quemada ante tantos caracteres que entraban y salían a todas horas. No me podía librar de ellos ni debajo de la ducha, ni en el trabajo, y estuve ausente durante tres semanas. No le dí más bola a mis alumnas ya que no me interesaron más sus cuentos ni sus obras, yo estaba enfrascada en mis pensamientos, la casa se derrumbó y llegaba la hora de la cena y no me importó más ver que podía haber en la heladera para hacerle de comer a la familia. Tenía que leer mails, mirar videos, contestar, escribir, y dónde está Marianne? La perdimos. "Mamá estás todo el día con el telefonito". "No era que no se puede usar el teléfono en la mesa?" Yo tecleaba y tecleaba en la compu, en el teléfono y no tuve tiempo para nada más que para el Championnat.

Se acabó el fragor autoimpuesto por mi misma ya que nadie me obligó a nada, pero cómo fallar a los borders, que también contaron conmigo. Igual debo confesarles que no creo que me agarren otra vez, por lo menos durante lo que queda de este año. El año que viene quizás?

Y sobre todo agradecer a todos, a los sinsabores, a las quejas, a los desánimos, a la pasión, a las risas que me hicieron como nunca sentirme viva. Gracias Santiago y gracias una vez más a mis nuevos cumpas.

#3000# (FANTI)

Empiezo a escribir este texto faltando una hora y media para que termine el turno noche del viernes y vuelva a cero el contador con el que se inicia el sábado. Voy a quedarme dormida antes de que termine de escribir los tres mil caracteres diarios.  Este será, entonces, el primer texto que suba y que no esté escrito de un tirón, con la ansiedad de contar las letras, de no saber sobre qué puedo escribir, de querer escribir todo junto, de colgar sin releer, de picar para mí y para todos los compas.

Escribir sobre la escritura, de acuerdo a los cánones de la teoría, es una metaescritura, una misse en abîme, si se quiere, también pueden pensarse como cajas chinas o como mamushkas o como esos vasitos de campamento que son apenas un redondel del que van saliendo otros más y más chiquitos uno arriba del otro. Escribo algo sobre otra cosa escrita que al mismo tiempo tiene una capa de escritura por debajo y entonces es como el juego del paquete o como desenvolver una docena de huevos porque al pescado ya no lo venden envuelto en papel de diario superpuesto arbitrariamente, ojalá vayan todos presos, incluso Cristina (sic) // un rasguño en la zona inguinal complica a Mangeri// alq 2 amb lum lav coc dep ctafte// Enrique Lopez q.e.p.d: tus hermanas Chiquita y Norma te recuerdan afectuosamente y rezan por tu descanso eterno// Vargas ¿en la línea de fuego?

Abajo, encima, a los costados, a través, en los dedos, en las caras, en la respiración cortada, en la pausa de las yemas que rozan el teclado, en el frío que hace en el balcón, en el motor de la heladera que sonoriza la casa, en el recuerdo, en el amor, en el tono, en la medicación, en los pies fríos que se frotan contra el colchón, en el dolor, en la búsqueda de la palabra justa, en la imposibilidad, en el balbuceo de ese nene imaginario que si fuera nuestro hijo entenderíamos, en las onomatopeyas con las que puedo describir los ruiditos, a veces diferentes, que hace mi espalda, en los secretos, en lo simple, en llegar justo a fin de mes, en los libros de autoayuda, en el silbato de la metropolitana, en la foto sonriente, en el chico que me gusta, en la esposa aburrida, en la banana del desayuno,  en el voyeur, en la chica que llora en el colectivo, en la joroba de una vieja: hay palabras.

Y entonces hay orden, lógica, sintagma, una manera de leer siempre igual –de izquierda a derecha, de arriba para abajo*. En la combinatoria infinita y aleatoria de lo finito –el lenguaje, el vocabulario, las palabras admitidas, la lista de la Real Academia- están todas las historias; un a priori de nuestra voluntad de contarlas, de volverlas carne-palabra para uno y para los demás.  En la forma, están el éxito o la frustración, la emoción, el aburrimiento, el aplauso del público.

Escribimos –reescribimos- siempre sobre capas anteriores, Rogels de historias que se meten, prepotentes, en el espacio de los hechos e imponen su orden.
No creo en un grado cero de nada, mucho menos de la escritura.

Rilke le dice a un poeta, en una carta fechada en París el 17 de febrero de 1903, que si siente que puede vivir sin escribir, entonces es suficiente para que definitivamente no lo haga. Me pregunto cuán rilkeanos quedaremos después de veintiún días de competencia, me pregunto, también, si Rilke no quería simplemente eliminar a una posible competencia y solo buscaba desalentar al pobre joven poeta que le había mandado sus versos.
Hemingway, a quien prefiero por sobre Rilke, se sentaba en su estudio, también parisino, en invierno y pelaba mandarinas mientras pensaba en que lo único que tenía que encontrar para escribir su próxima historia era una oración verdadera.
El resto vendría con ella.


*Salvo aquellos casos en los que hay notas al pie, en los cuales, entonces, nuestros ojos van hasta el pie de página y después vuelven al cuerpo del texto que en general dejamos marcado por el dedo pulgar.

miércoles, 31 de julio de 2013

Los 3000


–Que tengo que escribir 3000 caracteres por día para adquirir el hábito.
–¿Qué hábito querés adquirir, si te pasás todo el día escribiendo? Sos un pez que quiere ir a clase de natación.
–Escribir lo mío.
–¿Lo que escribís no es tuyo?
–No es tan mío, tan tan. Quiero escribir mi libro. El problema es que no sé cómo hacer todo lo que tengo que hacer además de escribir 3000 caracteres por día.
–Levantate una hora antes. Para mi Happiness Project yo me estoy levantando una hora antes tres veces por semana.
–¿Y qué hacés en esas tres horas?
–Tengo pensamientos positivos.
–¿Te levantás para pensar?
–Hay gente que se levanta a las 4 para meditar. Lo mío es más productivo.
–Igual no puedo levantarme antes. Me acuesto a las 3, a las 4, a las 5.
–Te va a dar un ataque de jet lag de esos que dan sin volar, que son los peores. Se te descompagina el biorritmo y no lo arreglás ni con un coma farmacológico.
–A veces pienso que me vendría bien un día así en blanco.
–Olvidate, el cerebro sigue trabajando. Y vos no estás como Cerati, tus neuronas siguen a full aunque vos no te dés cuenta. Tomate un fin de semana en el Tigre. Pedile a Nacho que te preste la isla.
–No, no estoy buscando un lugar para descansar, estoy viendo cómo acomodar 3000 caracteres sin perder el trabajo.
–Los trabajos.
–Los trabajos.
–Largá uno. Tenés como seis.
–Sin trabajo no hay Londres, ni Battambang, ni Venecia.
–Tenés que elegir.
–No puedo.
–En mi Happines Project puse en la planilla violeta de obstáculos “inmadurez”.
–Aprovechá una de estas mañanas de pensamientos positivos para pensar cómo hacer para ayudarme, en lugar de criticar todo lo que digo.
–Te estoy ayudando haciéndote ver que estás alienada.
–Es una cuestión práctica, no psicológica. Mirá lo que pensé. ¿Te acordás de esos buses chiquititos que andan a mil en La Paz? ¿Qué pregunta la gente antes de subir? Vos me lo hiciste ver, acordate.
–Si hay cancha, si hay lugar.
–Eso es lo que tengo que hacer: hacer cancha, bajar a varios del bus y subir al bus los 3000 caracteres. El bus no se agranda; el día tiene 24 horas: hay que sacar para poder subir. Tengo que elegir qué no hacer para poder hacer los 3000. Ya saqué la ADN, la Ñ, el blog de Gargarella, el de LuliB, el Travel del New York Times, la newsletter de Estrella Roja, el vino tinto, solo puedo una copa, para estar lúcida cuando escribo…
–Si leés hasta lo que escriben los chinos de Filo…
–Te dije que los saqué. Por siete meses voy a estar fuera del tiempo y del mundo.
–El problema es que ya sacaste la tele hace mucho. Si no, bajarías un montón al toque. La tele son como los hidratos de carbono. Te privás una semana y bajás dos talles. Yo en la planilla roja del Happiness Project puse la tele.
–¿Qué es la planilla roja?
–Una donde anoto cosas atractivas: cigarrillos, tele, helado de dulce de leche, vino, facebook, galletitas Frutigran, bizcochos 9 de oro, alfajores Cachafaz de arroz…
–¿Vos comés esas porquerías? ¿Para qué es esa planilla?
–Para tener en claro qué es lo que me parece atractivo, lo que me da un poco de felicidad.
–Es retriste tu Happiness Project.
–No, hay otras planillas, hay una planilla hot. Además, es más barato que ir al psicólogo y de alguna manera te tiene entretenida con vos misma. Te diría que es un abordaje complementario. Ahora que lo pienso podrías valorar cada cosa que hacés en función del tiempo que te lleva. Luego hacer el cálculo de cuánto te llevan los caracteres y ver ahí cómo da la suma. Por ejemplo: dos cines equivalen a 12.000 caracteres.
–Yo para 12.000 caracteres necesito dos días, no dos cines.
–Vos sos la que ponés las equivalencias. Es una planilla personalizada la que tenés que hacer.
–Tu Happiness Project te hace ver todo en filas y columnas.
–Para darte cuenta de las cosas hay que visualizarlas. Yo no lo podía creer; fue una revelación. El tema es que te tenés que tomar el trabajo de pensar bien qué ponés en cada celda.
–Estoy pensando que ciertas cosas que se resuelven rápido son tan pesadas que valen más que algo liviano pero que requiere más tiempo. Tengo que ir al ginecólogo y es peor que ponerme a hacer el doctorado.
–¿Y los 3000 cuánto pesan?
–Es como un vicio. Yo dije hábito, pero es un vicio. Un hábito es lavarse las manos antes de comer. Un vicio sería estar esperando que llegue la hora de lavarse las manos. Escribir los 3000 es un vicio. Si escribo 3000 por día siempre tengo ganas de escribir. Si paro dos días me desconecto.
–Entonces ya está, ya adquiriste el hábito o el vicio o lo que sea. Sos una adicta. Que es justo lo que me decías vos cuando yo iba al psicólogo tres veces por semana.
–El tipo se compró el piso en Salguero con tu plata. Pero tengo que hacer que el vicio me sirva para escribir el libro y no cualquier cosa. Y tengo que poder vivir una vida normal con el vicio a cuestas.
–Estoy pensando que hasta que termines te tenés que olvidar de la vida en pareja. No se puede vivir con una adicta.
–Los pensamiento positivos se te concentran de 6 a 7 de la mañana y cuando llegan las 8 de la noche no te queda ni uno. Además la idea ni se me cruza por la cabeza. ¿Tomamos un vinito, que esta semana la tengo libre?
–Ni ahí dejar el taller de los miércoles que son como cinco horas, ¿no? 

El juego # Laura Torres

Siempre me gustó de los hombres una cosa, que se mantienen  atrapados en alguna lógica de juego. No quiero decir la timba o la rula. Pienso, básicamente, en el fútbol. Esa alquimia monstruosa de entrenamiento, transpiración, tropelía y azar.

Está  el tipo que con disciplina entrena y juega algún torneo. También el que se engancha sólo los fines de semana en un papi futbol o  el chabón que juega una vez al año, en una quinta y con tres chorizos atravesados en el duodeno. No importa el cómo, en todos está pujando la química del juego. Que los remite a algún espacio primario. 

Ese cosquilleo sentí desde que arrancó LC. La queríamos meter, embocar, no le podíamos fallar al equipo y es más, queríamos y queremos ganar. 

Los borders somos cinco chicas y dos pibes. Dos grandotes nos tocaron.  Pero las minas no nos quedamos atrás. Tecleamos como locas, arengamos, pegamos patadas. Tranzamos con nuestros compañeros de vida para que por unos días se hicieran cargo de la comida, de los pibes, de la casa. 

Nos acomodamos las tetas y salimos a la cancha. Pelamos historias sexies y guarras. Desarrollamos cuádriceps y aumentamos el grosor de los gemelos. No nos importó nada, alguna noche para aflojar el dolor nos pasamos aceites exóticos que olían a lavanda. Y al día siguiente, de vuelta a la cancha. 

Supimos ser futboleras natas. 

En un torneo mundial, no hubiéramos sido Finlandia. Nos mandamos un promedio de 60 mails por día. Una noche llegué a contar 115, no me pude dormir hasta las 5 de la mañana. Así durante veinte días. 

Nos alentamos, nos puteamos y nos abrazamos. Lloramos. Yo lloré, por alguna rodilla quebrada. Hubo promesas, pactos, revanchas. 

En google doc y en los encuentros con João Havelange Llach festejamos las metáforas, repudiamos los lugares comunes y nos implusamos mutuamente a hacer versos bien groseros, llenos de malas palabras, para repartir entre la hinchada. 

Día a día repasamos entre todos las jugadas: qué textos nos convenía retomar, situaciones de la infancia a explotar, autores que había que repasar. Siempre supimos que el sexo, el humor y la propia historia, garpan. 

Cada uno fue sumando simpatizantes. En mi caso la familia, los viejos, algunos amigos a los que les conté de esta locura desatada. También para explicarles por qué andaba medio borrada.  

Dijimos sí al jogo bonito y también a la derrapada, al tecleo impulsivo que va en busca de una ritmo, que se marea con los tambores de la hinchada.  

Y escribimos. Pulsamos la magia. Crecimos en centímetros de papel, en comprensión, en miradas cercanas. 

Formamos parte de una tierra que se reescribía mientras jugaba. 

A todos, desde el alma, GRACIAS. 

Descargar caracteres me hizo dormir (Luciana Cáncer)

Repasé la carpeta donde guardé todos los textos. Estos son los títulos que leí:

08-07 La Teta Dulce.
09-07 Infección.
11-07 Las tías (Parte I).
12-07 El lector en el bolsillo.
13-07 Las tías (Parte II).
14-07 Mis segundos 15.
15-07 Todos los hombres se nos mueren.
16-07 Anorexia.
18-07 Peligro de incesto.
19-07 Violación estética en el muro de Facebook.
20-07 La Obsesiva.
21-07 Termitas.
22-07 Shirin.
23-07 Tutores.
25-07 Obsesión infinita.
26-07 Anastasia.
27-07 Septicemia.
28-07 Virgen suicida.

Diseccioné los títulos. Encontré el común denominador de mis patologías: infección, mundos con hombres muertos, anorexia, peligro de incesto, el temón del fantasma de la violación estética en el muro de Facebook, dos derivados de la palabra obsesión, septicemia, porque con infección a secas me quedé corta, virginidad y suicidio. Después la intensidad de ser tía, primero en dos partes de una ficción inconclusa, y casi al final con el nombre propio de mi sobrina. La figura del lector que se enamora del escritor. La alusión a las tetas dulces, tal vez por la falta de lactancia cuando nací. Shirin, el resumen vago de una película que vi. Y en los segundos 15 no hay referencia directa pero refiere a otra de mis obsesiones, mi amor imposible, con lo cual sumamos tres, si contamos las dos anteriores.

Traté de inventar, de salir de la mirada meticulosa sobre mí misma, de domesticar mi ego. Por momentos creo que lo logré, pero me recibí de mercenaria, porque teníamos que ser mercenarios, como dijo Ezequiel en su último texto hermoso. Exploté dramas de otros, expuse sus miserias, no tuve piedad, les inventé detalles, algunas manías, pero traté de ser fiel a la historia principal y al efecto que la observación de esa historia principal produjo en mí. Ojo, también exploté mis dramas, cuando tenía menos tiempo, porque las palabras fluyen más rápido cuando hablo de mí. Pero si alguna de mis amigas de mi infancia incautara mi computadora, mi nombre pasaría a encabezar una lista negra de traición.

Cuando me aburrí de hablar de otros y de mí en el tono dramático que más fácil me sale, inventé textos para bardear mis propios textos. Me relajé, me di el lujo de hacerme mierda.

Tuve fiebre de competir. Quise ver mi nombre escalar en la tabla de goleadores, volví a mi tope máximo de obsesión, que creía, también, domesticado. Le dediqué un texto entero a hablar de eso.

Me metí para adentro. Busqué historias para contar, en los sueños, en el bondi, en el libro de Mairal, en la novelita que una amiga me pidió que le comentara, en los inbox de Caterina, en la reunión del día del amigo, en la familia del intendente de Lobos y en el clon canadiense que tiene mi hermano y desde hace un año me dedico a llenarle el muro de likes, sin darme cuenta, porque a primera vista me creo que son fotos de él.

Revolví en todas mis angustias. Busqué en google la noticia de la tragedia que vivió una amiga, lloré cuando la leí. Lloré muchas veces en estos veinte días.

Esperé ansiosa la arenga matutina de Sergio, que casi no lo conozco pero en esta locura de compartir caracteres y conteos en cinco google docs ya lo siento mi amigo. Leí con ganas las historias de Vir, siempre tiernas, siempre haciéndose cargo de sus debilidades como yo nunca podría, aunque muchas veces tengo ganas de decir las mismas cosas. Con Patricia aprendí, a leer sobre las curiosidades del objeto libro y a relajarme con los backstage. A Pilar la conocí un poquito más. Con el huracán Mechi me reí y me emocioné todo a la vez, y quise viajar en el tiempo para vivir las competencias de Tejedor con las que escribió la mejor arenga ilustrada. Con Ezequiel pensé, Ezequiel tiene esa forma de escribir que me hace recorrer muchos niveles de pensamiento a la vez, pensamientos en los que nunca me puse a pensar. A Marina le conocí la escritura perfecta, a veces más irónica, a veces más triste. Con Carlos me saqué el sombrero, porque se metió a mitad de carrera y fue puntual y meticuloso, y me animé a contarle los caracteres a su texto más largo de más de 12.000 para pasarlo al Excel. Con Rafa disfruté, aunque leerlo sin escucharle la cadencia de la voz no es lo mismo, entonces tuve ganas de que llegara el miércoles para escucharlo en vivo y en directo. A Santiago lo admiré, por el trabajo que se tomó, por la prosa de los reportes diarios, por la pasión y por el dominio espectacular de las planillas de Excel.

La experiencia Le Championnat me tomó por completo. Mi profesora del taller que hacía antes no me cree que escribí todo lo que escribí, está celosa. Mi mamá quiere saber de qué escribí y reza cada mañana para que se me pase la manía de ventilar dramas personales. Mi jefa, después de asegurarse que sigo rindiendo al nivel habitual, se da permiso para tirarme temas para escribir: hoy me contó de la macumba que terminó en incendio que le hicieron a un amigo. Una de mis mejores amigas me manda mensajes de bbm rogándole a mi grupo de taller¡devuélvanme a mi amiga!, porque me quiere contar su historia de amor nueva y yo le contesto con monosílabos, no sabe que tomo nota mental para escribir su romance neoyorquino dentro de un tiempo. 

Yo estoy feliz porque formo parte de un grupo, y siempre me fue más fácil la soledad que la experiencia colectiva. Y porque se me pasó el insomnio por primera vez en un año, descargar caracteres me hizo dormir. 

Gracias a todos ustedes.
Luciana.

martes, 30 de julio de 2013

Pude (Virginia Elías)


Yo soy de las que, a priori, siempre dicen no puedo.

Cuando supe que la consigna era escribir 3000 caracteres, todos los días, durante 21 días seguidos, saqué mi lista sábana de excusas, como hago cada vez que algo me da miedo.

Dije:
-Es mucho.
-No tengo tema para escribir 63.000 caracteres
-Yo no puedo escribir todos los días.
-Soy inconstante.
-No tengo tiempo.
-Tengo una vida.

Empecé con entusiasmo, ese entusiasmo de competir en grupo, de hacer equipo, pero con miedo real a encontrarme sin tema (la falta de tiempo hasta yo sabía que era una excusa).

El tiempo lo encontré: cancelé reuniones, llegué tarde al trabajo, volví más temprano de una fiesta, no fui a uno de los festejos del día del amigo y hasta cancelé una cita, si, con lo importante que es para mí el amor.

El pánico a no saber que escribir estuvo siempre. Pero tenía claro que del compromiso grupal no me bajaba. Cualquier cosa, menos cargar con la culpa de hacernos perder el invicto. Eso jamás. Empecé tibia, como siempre, medida, discreta, contando uno por uno, cada uno de los 3000 caracteres.

Pero escribí cada día. Los 3000 o más por día. Un día llegué a 7800. Sí, yo, la que a veces llega al taller con una carilla Calibri 11, interlineado doble y con espacio entre párrafos, escribí 7800 caracteres un día. Me quise morir de la emoción. Quise subir y decirle a mi jefe: “¿sabes qué? escribí 7800 caracteres en un día y antes con suerte hacía una carilla por semana”, pero creo que ni sabe lo que son caracteres.  Quise llamar a mi mamá y contarle, pero creo que ni sabe que estoy haciendo un taller literario. Quise escribirle a mi hermana y contarle, pero siempre está ocupada, con la hija, el marido, la casa y el local, así que no lee los mensajes.

No importa, yo estaba feliz igual.

Los temas fáciles y cómodos, esos que salen solos, efectivos, sin tener que buscar demasiado, empezaron a agotarse.

Tuve que empezar a meterme en otros lugares un poco más incómodos.

El año pasado escribí un texto sobre escribir un texto hermoso. Empezaba así: “Quiero escribir un texto hermoso…”. Hablaba de una chica quería escribir un texto hermoso para llegar al chico del que se había enamorado. Un chico que no la registraba, que la quería cuando él quería, que la hacías sufrir. Un bodrio todo, la chica, el chico, el sufrimiento y el texto.

Ahora aprendí que un texto hermoso puede estar en cualquier lado. Si tiene verdad, tiene altas chances de ser hermoso.  Con Le Championat (que ahora vengo a enterarme que es Championnat, con doble N) le quité presión a la literatura.

Ayer se terminó juego. Estuvo bueno jugarlo. Dice Santiago que dicen que en 66 días se forma un hábito. Quedan 45. Veo difícil que yo, que soy inconstante, pueda creerme un hábito en 66 días.

Pero jugué. No jugué a ganar ni a ser goleadora, yo a los 3000 caracteres los medí con regla, los sumé uno por uno.

Escribí como si nadie me estuviera leyendo.

Llegué un poco más hondo que lo que llego otras veces. Me embarré mucho más que otras veces. Y me encantó.