miércoles, 31 de julio de 2013

Descargar caracteres me hizo dormir (Luciana Cáncer)

Repasé la carpeta donde guardé todos los textos. Estos son los títulos que leí:

08-07 La Teta Dulce.
09-07 Infección.
11-07 Las tías (Parte I).
12-07 El lector en el bolsillo.
13-07 Las tías (Parte II).
14-07 Mis segundos 15.
15-07 Todos los hombres se nos mueren.
16-07 Anorexia.
18-07 Peligro de incesto.
19-07 Violación estética en el muro de Facebook.
20-07 La Obsesiva.
21-07 Termitas.
22-07 Shirin.
23-07 Tutores.
25-07 Obsesión infinita.
26-07 Anastasia.
27-07 Septicemia.
28-07 Virgen suicida.

Diseccioné los títulos. Encontré el común denominador de mis patologías: infección, mundos con hombres muertos, anorexia, peligro de incesto, el temón del fantasma de la violación estética en el muro de Facebook, dos derivados de la palabra obsesión, septicemia, porque con infección a secas me quedé corta, virginidad y suicidio. Después la intensidad de ser tía, primero en dos partes de una ficción inconclusa, y casi al final con el nombre propio de mi sobrina. La figura del lector que se enamora del escritor. La alusión a las tetas dulces, tal vez por la falta de lactancia cuando nací. Shirin, el resumen vago de una película que vi. Y en los segundos 15 no hay referencia directa pero refiere a otra de mis obsesiones, mi amor imposible, con lo cual sumamos tres, si contamos las dos anteriores.

Traté de inventar, de salir de la mirada meticulosa sobre mí misma, de domesticar mi ego. Por momentos creo que lo logré, pero me recibí de mercenaria, porque teníamos que ser mercenarios, como dijo Ezequiel en su último texto hermoso. Exploté dramas de otros, expuse sus miserias, no tuve piedad, les inventé detalles, algunas manías, pero traté de ser fiel a la historia principal y al efecto que la observación de esa historia principal produjo en mí. Ojo, también exploté mis dramas, cuando tenía menos tiempo, porque las palabras fluyen más rápido cuando hablo de mí. Pero si alguna de mis amigas de mi infancia incautara mi computadora, mi nombre pasaría a encabezar una lista negra de traición.

Cuando me aburrí de hablar de otros y de mí en el tono dramático que más fácil me sale, inventé textos para bardear mis propios textos. Me relajé, me di el lujo de hacerme mierda.

Tuve fiebre de competir. Quise ver mi nombre escalar en la tabla de goleadores, volví a mi tope máximo de obsesión, que creía, también, domesticado. Le dediqué un texto entero a hablar de eso.

Me metí para adentro. Busqué historias para contar, en los sueños, en el bondi, en el libro de Mairal, en la novelita que una amiga me pidió que le comentara, en los inbox de Caterina, en la reunión del día del amigo, en la familia del intendente de Lobos y en el clon canadiense que tiene mi hermano y desde hace un año me dedico a llenarle el muro de likes, sin darme cuenta, porque a primera vista me creo que son fotos de él.

Revolví en todas mis angustias. Busqué en google la noticia de la tragedia que vivió una amiga, lloré cuando la leí. Lloré muchas veces en estos veinte días.

Esperé ansiosa la arenga matutina de Sergio, que casi no lo conozco pero en esta locura de compartir caracteres y conteos en cinco google docs ya lo siento mi amigo. Leí con ganas las historias de Vir, siempre tiernas, siempre haciéndose cargo de sus debilidades como yo nunca podría, aunque muchas veces tengo ganas de decir las mismas cosas. Con Patricia aprendí, a leer sobre las curiosidades del objeto libro y a relajarme con los backstage. A Pilar la conocí un poquito más. Con el huracán Mechi me reí y me emocioné todo a la vez, y quise viajar en el tiempo para vivir las competencias de Tejedor con las que escribió la mejor arenga ilustrada. Con Ezequiel pensé, Ezequiel tiene esa forma de escribir que me hace recorrer muchos niveles de pensamiento a la vez, pensamientos en los que nunca me puse a pensar. A Marina le conocí la escritura perfecta, a veces más irónica, a veces más triste. Con Carlos me saqué el sombrero, porque se metió a mitad de carrera y fue puntual y meticuloso, y me animé a contarle los caracteres a su texto más largo de más de 12.000 para pasarlo al Excel. Con Rafa disfruté, aunque leerlo sin escucharle la cadencia de la voz no es lo mismo, entonces tuve ganas de que llegara el miércoles para escucharlo en vivo y en directo. A Santiago lo admiré, por el trabajo que se tomó, por la prosa de los reportes diarios, por la pasión y por el dominio espectacular de las planillas de Excel.

La experiencia Le Championnat me tomó por completo. Mi profesora del taller que hacía antes no me cree que escribí todo lo que escribí, está celosa. Mi mamá quiere saber de qué escribí y reza cada mañana para que se me pase la manía de ventilar dramas personales. Mi jefa, después de asegurarse que sigo rindiendo al nivel habitual, se da permiso para tirarme temas para escribir: hoy me contó de la macumba que terminó en incendio que le hicieron a un amigo. Una de mis mejores amigas me manda mensajes de bbm rogándole a mi grupo de taller¡devuélvanme a mi amiga!, porque me quiere contar su historia de amor nueva y yo le contesto con monosílabos, no sabe que tomo nota mental para escribir su romance neoyorquino dentro de un tiempo. 

Yo estoy feliz porque formo parte de un grupo, y siempre me fue más fácil la soledad que la experiencia colectiva. Y porque se me pasó el insomnio por primera vez en un año, descargar caracteres me hizo dormir. 

Gracias a todos ustedes.
Luciana.

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