sábado, 3 de agosto de 2013

Sin egos (Sebas García Uldry)

                                                                        “Cuando se te ocurre algo que te parece genial y pensás que lo tenés que escribir, escribilo, pero eso no es literatura, es tu ego”.
caracteres ardientes

                                                                            

A Mixlti, Maga, Otto, Lola, Tacho, Tullio y Maraní.

Esto se los digo a ustedes, personas de confianza. Siempre me gustó estar entre locos. Chicos mudos, babosos, que no te miran a los ojos. Eso es lo que hago en Haedo. Allá lejos, como un secreto guardado en la copa de un árbol, protegido de mi familia, de ustedes, de mis amigos. Por la autopista 25 de mayo encuentro una salida exogámica.

Ahora estoy enganchado con Valentín. Tiene cinco años y le decimos el mini Duhalde. Es parecidísimo. El mismo corte, el mismo perfil, la misma cabeza. Llega al consultorio, se acurruca en una esquina y se abraza las rodillas. Le levanto un brazo, lo miro y le ofrezco un juguete. Pero a él le gusta comerse las pelusas y las telas de araña. Después, como si nada, se levanta y empieza a correr. Se desparrama en el piso, se ríe y se baja los pantalones. Se sacude el micro pene y te escupe. Me encanta / I love it. 

Valentín no piensa. No pudo armar esa caja de zapatos. Y no va al colegio. Y nunca va a trabajar. Y no siente ninguna de las variantes del amor. Y quizás me lleve dos años enseñarle a que se suba el cierre del pantalón. Valentín no se tiene lástima. Eso es nuestro. Y sepámoslo de una vez: el dolor se interioriza. Valentín puede poner una mano en la hornalla y se da cuenta cuando huele a carne quemada. 

Y todo eso no importa. Lo único que importa es que Valentín sufre. Es un sufrimiento psíquico, especial, pero desgarrador. Cuando la mamá le pega porque no cagó adentro del inodoro, se golpea la cabeza contra la puerta. Se tira piñas en la boca hasta descubrir que hay algo rojo que le sale de adentro. Si Valentín se mira a un espejo no ve un mini Duhalde, ve un cuerpo fragmentado, imposible de soportar. 

Valentín no ve imágenes armadas porque no tiene narcisismo. Tampoco hay una distancia entre él y la madre. Él es la teta, la leche y su boca apretando el pezón. Atiendo a Valentín porque no quiero que sufra. Pero sobre todo porque me gusta estar entre locos. Y que Valentín tenga un ego sería la gloria.

Si algo me gusta de nuestro grupo es que no es condescendiente. No estamos todo el tiempo diciendo que somos unos genios, unos grosos y que nuestros textos son siempre re lindos. Así que déjense de joder y suban los diez mil, los cuatro mil y ganemos este campeonato.

Basta de mamá no me quiere.


A triunfar!

viernes, 2 de agosto de 2013

La bola somo boleta (Isa Peña)

Terminó la maratón de los 3000 y algunos seguimos de largo corriendo cansados, sin poder parar. No miramos la cinta que cortamos y ya dirá el jurado cuáles fueron nuestras marcas. Y volvimos a la calle. Nos da paja salir. Un graffiti en Juan B Justo reza: Cristina, violencia es mentir. 

No sabemos a quién vamos a votar, pero escribiendo y leyendo sabemos perfectamente ver sueños inimaginables, blancos, de colores, demasiado costosos. Queremos vivir, pero muriendo por nuestros sueños escribimos mejor.

Una china vendedora de quesos de mármol en el Miami de Palermo amó a un hombre en idiomas nuevos, ella mujer, mojada, limpia. Él galante, creativo, urgente cumplió sus sueños. Lo hicieron parados, sobre un puente hecho de teclados azules. El amor. 

Nos sumergimos en Le Championnat, lago de sensibilidades, magma del centro de la tierra encendido de palabras de neón. Nos transformó, como sintió Clara la noche de Pachamama después de que se cortara la luz en el boliche vegetariano: “El subte pasa por acá? Porque siento que me vibra el culo.” Desde ahí miramos al cielo. Y desde el paraíso escuchamos conciertos. Al Colón.

El campeonato de escritura pulió cayos de las plantas de mis pies, lo precioso de mis manos se hizo de piedra y vértigo sobre el teclado. Las pesadillas se burlaron de mi corazón, un macabro spot que me mentía pregonó la dignidad. Supermercado Vital, y muerte. Y soñé. 

Y fuimos frenéticos. Y leímos encantadas, calientes, que ellos saben cómo hacer. Que sabrían guiarnos, cuidarnos en vez de volvernos locas. Supimos estar menos confundidos. Y ellos se nutrieron de nosotras para ubicarse. Nos pusimos límites y aprendimos a negociar, ellas y ellos. Y fuimos fieles. Nosotros soñamos.

Esta experiencia me sirvió para hacerme cargo de mis pasiones. Pude decir. Abracé a la gracia. Caí por los caños. Yendo hacia abajo, el cuerpo imantado a la computadora. En el fondo, nos salpicamos en la cloaca. Y salimos a los bares, al otro, al día extrovertido. Comimos tostadas francesas, Marina sacó su perfume (también francés) de la cartera y supimos atravesar las rachas hediondas aparte de las emanaciones de lavandina. Escribimos poemas, los pusimos en su lugar.

También descansamos en la paz de las corrientes saladas. Nos mudamos. Y las algas enroscaron nuestros ombligos atándolos a corales como si fuesen cordones dorados, fugaces.

Y se fueron amigos, nos abandonaron. Fuimos amputados, sopapeados por la vida. Pensamos con el corazón. Lloramos otra vez. Latimos con los cerebros, a ritmos contagiosos, fuimos víctimas y victimarios a la vez. Nadamos estando casi rotos.

Llegamos a confiar hasta la locura, sumamos caracteres. Y dijimos: LAS BOLAS SOMOS BOLETA

Como es Dios? Acá en el valle de lágrimas nos toca la dualidad pero rasqueteando el fondo sale masa nueva, voluptuosa envolviendo humor, alegría y plenitud de gozar de la creación. Como el miki moco, barril sin fondo de magia. Qué es escribir? Te hablé y no le hablé a nadie, quise ver tu respuesta, te sometí a mi falta de límites, y vos lo mismo. Empujé hasta poder ver, dolía mucho, no soporté la verdad, entonces inventé. O apareció la poesía. Jumbo te desea un feliz día del niño.

Un gol, una sonrisa a tiempo, una reflexión de Passarella, con el humor de Wilson. 

Somos protagonistas cuando abrazamos lo imperfecto. Fuimos ganando y desertamos, nos peleamos, nos confundimos, no nos vimos, nos amamos. Cómo es que Dios escribe con nosotros por momentos? Que somos con Él, cómo será su sentido del humor? Cómo es Jesús? Quien mando la caña con ruda macho para que haga fondo blanco a las 11 de la mañana antes de hacer pilates, el día de la Pacha Mama? Cómo es posible seguir, reír, hacer equilibrio, cambiar tanto de un día para el otro?

Y nos fuimos al carajo con el juego, relegando vida. Yo no pude parar de asociar cosas, concatenando palabras en loop. Escribir, escribir, en el colectivo, en el teléfono, en la cara del otro. Salí al barrio. Seguí observando, escuchando cómo las cosas pasan por mi vida, mediándolas sola, en grupo, en Googledoc, en vez de por el Facebook (mucho mejor, eh).

Nuestras raíces se formaron en las ramas, y volvimos más fuertes, más, y menos solos. Se apagó la batería y seguimos escribiendo, con lo que quedaba de nosotros. “Trabajar cansa”. Nos olvidamos de rezar, pero en vez estuvimos avanzando, lloramos, hicimos odas en colaboración, en trasnoches de alegría, donde se esconde lo Divino. Moramos las computadoras, los cuadernos absortos, los colectivos en ascuas. Seguimos escribiendo. 

Se desdibujaron apellidos, marcamos crucesitas, nos tachamos, invocamos al Espíritu Santo, miramos boquiabiertos a Francisco, comimos mandarinas fuera de estación y probamos ananas sin sabor ni a Sugus. Nos mentimos a nosotros mismos, nos engañaron. 

Entre paréntesis. La ilusión nos espeja.

Quisimos registrar la tala, caer junto a ese árbol a la tierra. Escucharlo gritar, verlo caminar. Nos hundimos en el cuarto oscuro, riendo, desolados, paranoicos. Desconfiamos y nos entregamos, quisimos decir todo, era un tren fantasma, aceptamos Italpark.

Y entre tanto, la escritura, del miedo al amor, de la envidia a los celos, la devoción infundada, la ambición de hacer más, mejor. Edición generosa de conejitas punky de pascua que saltando nos guían hacia el cambio. ¡Teléfono! ¡Timbre! La paz. Eso y la verdad, y lo otro. Y guardamos de más, en Word.

Nos pintamos las uñas sin manchar los teclados, bailamos. Me perdí de vista, encontrando cosas nuevas y me hice cargo. Dejamos atrás lo que no sirve. Amenazaron con violarnos, y retrucamos canciones de amor, incoherentes, efusivos, errados, en pedo, vomitando, briosos: juego, juego, juego , lastimo. ¡Para adelante! Aprendimos a ganar.

No importa si el cura nos miente, es literatura. Les aviso, esto es ficción, esto es documental, somos escritores y mandamos a los supuestos a cagar. Qué paja la política, pero no Paso. Encontré mi costado masculino, mi otra mitad real. Fui adicta al delirio, a los links.

Nunca escribí tanto, ni tan bien (polémico). Fui feliz sin acento. Te vi. Nos vimos. Chateamos en el sauna mixto y cochino: el google doc, casi ao vivo. Desnudos, noctámbulos, solos, místicos. Supimos dejar de hacer. Fuimos profetas mudos todos y pudimos mucho.

Gracias por tanto, A TODOS, (chiste border).

Cada día (Mauricio Ocampo)

CADA DIA

A lo largo de estos cuarenta y pico de años fui adquiriendo, aceptando y construyendo una serie de hábitos y costumbres. Los de cada día. No sé si he podido o querido, si puedo o quiero o si podré o querré sostenerlos a todos cada día pero lo cierto es que pasaron a ser parte de mi paisaje. Ese que me configuró, configura y configurará. Y entonces incorporé

cada día el beso de las buenas noches a papá y a mamá;
cada día el cepillado de dientes completo;
cada día el intento de comprar palitos salados en el kiosco del colegio;
cada día las peleas con mis hermanos por ordenar el cuarto;
cada día un Nesquik y Tom y Jerry en la tele;
cada día un rato de calle en el barrio con amigos y vecinos;
cada día los deberes del cole;
cada día un episodio del Hombre Nuclear, la Mujer Biónica o los Ángeles de Charlie;
cada día un pelota pared en el recreo del colegio;
cada día las charlas nocturnas entre hermanos antes de dormirse;
cada día una paja a partir de la primera vez que descubrí mi cuerpo;
cada día un beso a partir de la primera mujer que toqué;
cada día un miedo, que cada vez fueron mayores;
cada día una vergüenza, que cada vez intenté eliminar aunque no pude;
cada día un cigarrillo hasta que lo dejé;
cada día un chiste, sea mío, de otros o sobre mí;
cada día un padrenuestro sin saber que iba a crecer esa necesidad que hoy no existe;
cada día un episodio de alguna serie, en especial V, invasión extraterrestre;
cada día un rato de fútbol o si fuera posible tenis, ya sea con amigos o con papá;
cada día el malhumor, el de no poder explicar que mierda te pasa adentro;
cada día el gustito a grande y que se acabe el secundario;
cada día el sinsabor de haber elegido una carrera que no te va;
cada día el darte cuenta que tus amigos de siempre ya no lo son y hay nuevos;
cada día una misa, un rosario, cuando pensaste que la cosa iba por ese lugar;
cada día escuchar gente con problemas, dramas, emociones y poner a Dios ahí;
cada día repetirte que sos un buen tipo a pesar que no te bancaste el intento de ser cura;
cada día un garche, y si no se puede hoy, que sea mañana, que siempre haya;
cada día la fidelidad a la mujer que amas, que amaste, que volverás a amar;
cada día el desconcierto ante la duda si amas, amaste o amarás a esa misma mujer;
cada día la búsqueda del mango para llegar a fin de mes;
cada día la emoción de la primera vez que supiste que serías padre;
cada día la imposible descripción de lo que te generan tus dos hijas;
cada día, el miedo, otra vez, ante lo que les pueda pasar cuando ellas crezcan;
cada día, el trip en el bocho, con el que luchás, para no quedar enredado y complicado;
cada día, la política argentina, con las decepciones y las tristezas;
cada día la culpa de no ser todo lo feliz que imaginabas aunque tenés todo para serlo;
cada día los deseos, los ocultos y no tan ocultos, los confesables y no tanto;
cada día la familia, el modelo tipo, la estructura que no siempre funca;
cada día la risa cómplice de nosotros cuatro y festejar que estamos juntos y vivos;
cada día la ilusión, que con el Papa Francisco la Iglesia sea mejor;
cada día vivir un poco más ateo pero más acompañado por Jesús y algunos santos;
cada día tratar de ver por donde va la vida;
cada día escribir 3000 caracteres.

Eso fue Le Championnat. Abrir la puerta para ir a jugar, iniciar un viaje de una ciudad a otra, cruzar el puente desde lo amateur a lo profesional, aunque no escribas nada, aunque nunca publiques nada. Le Championnat fue cada día cruzar todo eso que viviste en cuarenta y tres años y reproducirlo con los impresionantes borders de la Zona Norte, tan profundamente míos como ajenos, todo eso que fui sumando a lo largo de cada día de estos cuarenta y tres. Porque todo lo que escribí, también todo lo viví. En los textos y en los e-mails, en los iutubs –santos iutubs-, en Doris, en la banda, en Isa, en Wilson, en Santiago, en Paquinha, en Marianne, en Vale, en Laura, en mí. En la prosperidad y en la enfermedad. En lo racional y en lo irracional. En todo. Porque ahora, escribir #3000 es algo de cada día. Como todo lo que conté. Estos son los de hoy. Puntualmente 4098 caracteres.

jueves, 1 de agosto de 2013

Vaya experiencia! (Marianne Alonso)

Vaya experiencia!

Hoy ya es jueves y si el campeonato siguiera tendría que tener escrito más de 120.000 caracteres. Todavía hoy jueves, una semana después,  no puedo entender cómo durante tres semana pude hacerlo. Hoy jueves estoy tan agobiada con las cosas cotidianas, el trabajo, las alumnas, la casa, los hijos, el marido, los amigos, los estudios, los médicos, mi madre como las tres semana que pasaron. Nada cambió y hoy jueves si lo pienso no podría escribir ni siquiera 1.000 caracteres. Sin embargo lo hice, y no sentí ni en el cuerpo ni en el alma el agobio, ni la semana, ni el laburo, ni el cansancio ni nada. Fue tanta la adrenalina, el sentimiento de grupo, la arenga de todos, los mails  que nacían sin ton ni son, los iutubs que llovían a borbotones, los Dt de la selección, las porreras que hacían temblar la cancha que sí lo hice, y así sin quejarme, divertida, y a puro teclado cuando llegaba la tardecita me ponía sin chistar. Salieron de la galera y del baúl de los tesoros historias íntimas, de enfermedad, de muerte, de amor, de artes y oficios, todo salió casi sin control.

La experiencia sirve para aflojar la mano y el coco. A veces hasta me sentí confundida por tratar de intelectualizar o no los relatos, por literalizarlos más o dejar que simplemente fluyan las palabras desde mi interior. El coach, Santiago, ante mis caracteres más sesudos me corrige una y otra vez mis oraciones nominales, y dejar que sean más cotidianas, que hablen como hablo yo misma, con sujeto, verbo y predicado. Uf! no saben cómo me sirvieron esas correcciones!

Admiro a todos y a cada uno de mis cumpas de taller, me gusta cómo escriben, lo que sacan, las historias de guerra, los chanos perdidos en su fé, Doris y su redactora por querer salvarla de su dolor, los poemas de Isa, Rosalía y su erotismo.

Quedé herida, y sí porqué no decirlo, con la cabeza quemada ante tantos caracteres que entraban y salían a todas horas. No me podía librar de ellos ni debajo de la ducha, ni en el trabajo, y estuve ausente durante tres semanas. No le dí más bola a mis alumnas ya que no me interesaron más sus cuentos ni sus obras, yo estaba enfrascada en mis pensamientos, la casa se derrumbó y llegaba la hora de la cena y no me importó más ver que podía haber en la heladera para hacerle de comer a la familia. Tenía que leer mails, mirar videos, contestar, escribir, y dónde está Marianne? La perdimos. "Mamá estás todo el día con el telefonito". "No era que no se puede usar el teléfono en la mesa?" Yo tecleaba y tecleaba en la compu, en el teléfono y no tuve tiempo para nada más que para el Championnat.

Se acabó el fragor autoimpuesto por mi misma ya que nadie me obligó a nada, pero cómo fallar a los borders, que también contaron conmigo. Igual debo confesarles que no creo que me agarren otra vez, por lo menos durante lo que queda de este año. El año que viene quizás?

Y sobre todo agradecer a todos, a los sinsabores, a las quejas, a los desánimos, a la pasión, a las risas que me hicieron como nunca sentirme viva. Gracias Santiago y gracias una vez más a mis nuevos cumpas.

#3000# (FANTI)

Empiezo a escribir este texto faltando una hora y media para que termine el turno noche del viernes y vuelva a cero el contador con el que se inicia el sábado. Voy a quedarme dormida antes de que termine de escribir los tres mil caracteres diarios.  Este será, entonces, el primer texto que suba y que no esté escrito de un tirón, con la ansiedad de contar las letras, de no saber sobre qué puedo escribir, de querer escribir todo junto, de colgar sin releer, de picar para mí y para todos los compas.

Escribir sobre la escritura, de acuerdo a los cánones de la teoría, es una metaescritura, una misse en abîme, si se quiere, también pueden pensarse como cajas chinas o como mamushkas o como esos vasitos de campamento que son apenas un redondel del que van saliendo otros más y más chiquitos uno arriba del otro. Escribo algo sobre otra cosa escrita que al mismo tiempo tiene una capa de escritura por debajo y entonces es como el juego del paquete o como desenvolver una docena de huevos porque al pescado ya no lo venden envuelto en papel de diario superpuesto arbitrariamente, ojalá vayan todos presos, incluso Cristina (sic) // un rasguño en la zona inguinal complica a Mangeri// alq 2 amb lum lav coc dep ctafte// Enrique Lopez q.e.p.d: tus hermanas Chiquita y Norma te recuerdan afectuosamente y rezan por tu descanso eterno// Vargas ¿en la línea de fuego?

Abajo, encima, a los costados, a través, en los dedos, en las caras, en la respiración cortada, en la pausa de las yemas que rozan el teclado, en el frío que hace en el balcón, en el motor de la heladera que sonoriza la casa, en el recuerdo, en el amor, en el tono, en la medicación, en los pies fríos que se frotan contra el colchón, en el dolor, en la búsqueda de la palabra justa, en la imposibilidad, en el balbuceo de ese nene imaginario que si fuera nuestro hijo entenderíamos, en las onomatopeyas con las que puedo describir los ruiditos, a veces diferentes, que hace mi espalda, en los secretos, en lo simple, en llegar justo a fin de mes, en los libros de autoayuda, en el silbato de la metropolitana, en la foto sonriente, en el chico que me gusta, en la esposa aburrida, en la banana del desayuno,  en el voyeur, en la chica que llora en el colectivo, en la joroba de una vieja: hay palabras.

Y entonces hay orden, lógica, sintagma, una manera de leer siempre igual –de izquierda a derecha, de arriba para abajo*. En la combinatoria infinita y aleatoria de lo finito –el lenguaje, el vocabulario, las palabras admitidas, la lista de la Real Academia- están todas las historias; un a priori de nuestra voluntad de contarlas, de volverlas carne-palabra para uno y para los demás.  En la forma, están el éxito o la frustración, la emoción, el aburrimiento, el aplauso del público.

Escribimos –reescribimos- siempre sobre capas anteriores, Rogels de historias que se meten, prepotentes, en el espacio de los hechos e imponen su orden.
No creo en un grado cero de nada, mucho menos de la escritura.

Rilke le dice a un poeta, en una carta fechada en París el 17 de febrero de 1903, que si siente que puede vivir sin escribir, entonces es suficiente para que definitivamente no lo haga. Me pregunto cuán rilkeanos quedaremos después de veintiún días de competencia, me pregunto, también, si Rilke no quería simplemente eliminar a una posible competencia y solo buscaba desalentar al pobre joven poeta que le había mandado sus versos.
Hemingway, a quien prefiero por sobre Rilke, se sentaba en su estudio, también parisino, en invierno y pelaba mandarinas mientras pensaba en que lo único que tenía que encontrar para escribir su próxima historia era una oración verdadera.
El resto vendría con ella.


*Salvo aquellos casos en los que hay notas al pie, en los cuales, entonces, nuestros ojos van hasta el pie de página y después vuelven al cuerpo del texto que en general dejamos marcado por el dedo pulgar.